sábado, 16 de mayo de 2009

CALLEJEANDO CON ALGUNOS ESCRITORES

Janet Xirgu, Jacint Verdaguer en la calle; abajo, Anuncio (Guía de España, 1898) y Casa de las Letras





















Decía Jacint Verdaguer, sacerdote y fabuloso poeta místico -al ser despedido y arrojado de la capilla y del palacio del marqués de Comillas (el naviero Antonio López), por haberlo llenado de gente pobre y de mal vivir del barrio-, decía Verdaguer que había pasado toda una vida para ir de un lado de la Rambla (la casa del marqués, hoy Palau Moja) al otro lado de la Rambla (la modesta parroquia de la iglesia de Betlem que lo acogió, situada justo enfrente del palacio de los marqueses de Comillas, en las Ramblas de Barcelona).

El falso marqués (aunque sí nacido en Comillas) continuó con el negocio de su naviera mercante, "A. López y Co.", traficando con especias, ultramarinos, gente pobre, esclavos y otros servicios al estamento militar (gracias a lo cual le fue concedido el título de marqués de Comillas por los estamentos políticos españoles de la decadente época colonial).
Verdaguer fue recluido y perseguido por las autoridades políticas, religiosas y periodísticas de Catalunya. El pueblo, sin embargo, lo reivindicó y salió a la calle masivamente a la muerte de Mossén Cinto, Jacint Verdaguer, gran poeta místico y cura de los pobres, entre los que distribuyó en vida todo el dinero que pudo sacar a la alta burguesía catalana. Y también se preocupó de los poseídos y sus visiones, que fue anotando, y a los que exorcizaba para curarles el "mal del demonio" (véase la antología de Miquel de Palol, Jacint Verdaguer).

En la otra fotografía, entrada a la "Casa de las Letras", antigua sede masónica, hoy remodelada y transformada en apartamentos turísticos lujosos, donde cada planta lleva el nombre de un escritor catalán (situada en la calle Fusteria, junto a la Oficina Central de Correos de Barcelona, al otro lado de la plaza Antonio López, donde se levanta la estatua al marqués de Comillas).

Al otro lado, como Verdaguer.

El cronista del barrio

3 comentarios:

JX dijo...

Veo en la fotografía, en la calle, a Jacint Verdaguer arrojado por los suelos como esos cartones para vagabundos, cuyo rostro sirve de propaganda a unos dulces de pastelería que él nunca pudo probar.
Esperemos que esa caja de cartón sirva al menos para calentar un poco el sueño de un vagabundo.

Muñequita linda

albert tugues dijo...

Creo que Verdaguer, aparte de ser un cura veraderamente "progresista", que utilizaba los salones del palacete del marqués de Comillas para los pobres, fue un colosal poeta, pero también prosista, que iba por campos y aldeas en busca de palabras. Sus artículos del libro "En defensa pròpia", contraatacando a los poderes religiosos y civiles (iglesia oficial catalana, alta burguesía, política y prensa conservadoras) que querían destruirlo, son magistrales. Un gran poeta místico, es verdad, pero también un gran prosista. En tiempos franquistas y posteriormente, se ha querido dar una imagen religiosa, manipulada, de su figura, de lo que representó su lucha social a favor de los pobres, de los miserables que mal vivían en los suburbios de la ciudad de Barcelona. Una lucha en la que se dejó literalmente la piel. Y si Jacint Verdaguer fue al palacio del Marqués como capellán, lo hizo con el propósito secreto de obtener beneficios para los necesitados, para los que pasaban miserias de todo tipo no lejos del palacio. Por eso fue arrojado a la calle de los parias al quedar al descubierto su verdadero propósito, su lucha solidaria con los marginados de la gran ciudad.

Un lector del Verdaguer real

albert tugues dijo...

Cierto, Jacint Verdaguer fue un rebelde, un subversivo para la sociedad de su tiempo. También hubo "habladurías amorosas" sobre la relación del cura poeta con la marquesa, con la esposa del marqués de Comillas. Rumores mal intencionados, murmuraciones para desprestigiar a Verdaguer y destruirlo (casi lo lograron), fomentadas siempre desde el poder por el marqués y otras autoridades. Querían hacerlo pasar por loco y recluirlo para siempre en una celda monástica. No les molestaba que fuera poeta, con sus iluminaciones místicas, les molestaba que fuera contra sus intereses privilegiados y que, en vez de cantar a la patria como antes, se dedicara ahora a luchar a favor de los miserables de la ciudad y los pueblos. Les molestaba que desviara las ofrendas económicas que la burguesía catalana hacía a la iglesia, y lo distribuyera entre los pobres. Les molestaba que no se limitara a ser poeta y sacerdote confesor de marqueses y marquesas, de condes y traficantes de esclavos (tráfico legalizado en la época), de fabricantes textiles y navieros de especias y otros géneros ultramarinos. Les molestaba, en fin, que no se limitara a cantar misa.

Un lector del Maresme